El problema del olor corporal es tan antiguo como los intentos que se han realizado para combatirlo. Desde los principios de nuestra historia casi todas las civilizaciones importantes buscaban soluciones a este problema: los antiguos egipcios utilizaban ya aluminio molido (se han descubierto cristales de aluminio en las tumbas de faraones), al igual que en Asia, donde estos cristales recibían también el nombre de “tawas” o incluso los propios romanos. Plinius, escritor y naturalista romano, fue el primero en documentar el uso de “Alumen Romanum” en su libro Naturalis Historia.
La transpiración es un proceso biológico natural que nos ayuda a refrigerar el cuerpo cuando hace calor o al practicar deporte (o al hacer algún esfuerzo físico), además de indicar cambios emocionales u hormonales. La sudoración es también un mecanismo importante a la hora de combatir infecciones.
Los antitranspirantes y los desodorantes son cosas diferentes, aunque a veces se puedan vender combinados en el mismo producto. Los primeros controlan la transpiración, evitando que la humedad llegue a la superficie de la piel y, en consecuencia, eliminan las bacterias que producen el olor corporal. Los desodorantes sólo contienen agentes antimicrobianos para prevenirlo, pero no controlan el flujo de transpiración.
Muchos de estos productos contienen alcohol (que se seca con rapidez una vez que se aplica), sales de aluminio (principio activo en los antitranspirantes), conservantes como los parabenos o perfume. Estos activos son muchas veces algunas de las causas de determinadas reacciones alérgicas.
Las sales de aluminio o el alcohol presentes en estos productos son agentes que matan las bacterias en la piel (las causantes del mal olor). De unos años a esta parte, se creó una gran controversia en mercado respecto al Aluminium Chlorohydrate (que se llegó a considerar cancerígeno, aunque no hay pruebas concluyentes), generando así el “boom” de los llamados desodorantes naturales con Potassium-Alum o también conocido como “piedra o mineral de alumbre” (con propiedades cicatrizantes, astringentes o desodorizantes suaves, pero no tan efectivo en el control de la transpiración). El mineral de alumbre no mancha la ropa ni irrita la piel. Respecto a la duración como desodorante… dependerá de la persona, a unas les dura el efecto más que a otras. Este mineral se obtiene de una roca magmática, de origen volcánico, denominada Traquita Alunífera y pueden tener variaciones en apariencia, color o textura, aunque todos mantengan sus propiedades. Sin embargo, no todo lo que nos venden como este preciado regalo de la naturaleza está tomado de esta roca magmática. Algunas marcas lo producen artificialmente. El proceso de elaboración artificial de esta piedra produce una gran contaminación en el medio ambiente.
Por otro lado, algunos artículos denominan a esta piedra “el gran engaño verde”, pues cuando se moja (que es la única forma de aplicarla) las moléculas se descomponen de su estructura cristalina y se convierten en iones y, por tanto, son absorbidos fácilmente por los poros de la piel. Un estudio francés publicado en Journal of Biomedical Materials Research exploró los efectos de estos iones, descubriendo que éstos parecían afectar al colágeno de la piel.
Os dejo aquí un producto poco agresivo y con efecto desodorante bastante decente: desodorante de la marca Vichy para pieles sensibles. No contiene alcohol, ni parabenos, ni sales de aluminio, ni perfume, pero su precio me parece un atraco a mano armada (de venta en farmacias y parafarmacias). Esta gragea de felicidad podría llevarnos a la ruina…
En conclusión, yo, personalmente, paso de esta piedra, pero también de los antitranspirantes o de los productos con alérgenos, pues creo que no dejar transpirar a la piel es ir “contra natura”. La transpiración está ahí por algo. Si sudas, aséate y cámbiate de ropa, porque lo que queda fatal es intentar enmascarar el olor echándose más desodorante. Conviene no olvidar que lo más importante es tener una buena higiene diaria, pues nos debemos a nosotros mismos y a los demás.
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