Las lágrimas siempre han sido un misterio para la ciencia. El llanto es un fenómeno secretomotor complejo del aparato lagrimal, que no provoca ningún daño en las estructuras oculares. Llorar es una acción exclusiva del ser humano, aunque algunos animales puedan dar apariencia de hacerlo. Hoy en día se cree que hay una conexión neuronal entre las áreas del cerebro vinculadas a las emociones y la glándula lagrimal.
En este artículo no me centraré en las lágrimas funcionales, que desempeñan el papel de limpiar, lubricar, proteger e hidratar nuestros ojos. De hecho, la carencia o exceso de éstas pueden ser indicativo de que algo no va bien, por ejemplo una alergia, una conjuntivitis, un catarro, etc. Me dedicaré a hablar del fenómeno del llanto causado por la experimentación de una determinada emoción.
Pese a que nos digan que llorar es algo socialmente aceptado, creo que no es del todo cierto. No es lo mismo ver llorar a un bebé que a un adulto y, más todavía, nos han enseñado la mítica frase “los hombres no lloran”. Por lo que se ve, sólo lloramos las mujeres y los niños.
Los científicos parecen tener claro el papel de las lágrimas funcionales, pero qué pasa con las emocionales. Las lágrimas emocionales pueden ser la reacción a muchísimos estímulos externos y forman parte del lenguaje no verbal. A veces se puede tratar de una reacción física al dolor (aunque no todo el mundo lo expresa de esa manera), otras veces muestran emociones positivas o negativas. Se puede llorar de tristeza pero, curiosamente, también de alegría. Por tanto, el llanto sería una válvula de escape a las experiencias que nos rodean.
William H. Frey (bioquímico de la Universidad de Minnesotta) opina que las personas se sienten mejor después de llorar, debido a que las lágrimas derramadas contienen una hormona asociada al estrés, la hormona adrenocorticotrópica. Probablemente, este científico no esté equivocado, ya que, generalmente, después de llorar sentimos una sensación de bienestar o liberación. Dejo al margen de esta idea a las personas que padecen trastornos de depresión o ansiedad, pues no me queda claro que sientan siempre esa liberación. No obstante, es curioso que a veces deseamos llorar y no somos capaces y, en cambio, en otras situaciones, en las que intentamos mantener el tipo socialmente, se nos escapa, sin quererlo, un mar de lágrimas.
Un ser humano equilibrado experimenta en diversos momentos de su vida la necesidad de llorar. Hay personas (independientemente de su sexo) incapaces de hacerlo. En algunos casos se puede tratar de algún trastorno o enfermedad. Algunos ancianos, tras sufrir trombos o derrames cerebrales, comparten el curioso comentario de no ser capaces de llorar o reír, sin embargo, insisten en sentir igualmente emociones.
Respecto al llanto y a la comunicación no verbal, nos podríamos centrar en los bebés. ¿Qué harían estas pobres criaturitas sin sus llanteras? Pues, claramente, nos están diciendo algo: tengo hambre, sueño, dolor, mi pañal está empapado o, simplemente, quiero mimitos.
En fin, las razones y el origen del llanto seguirán manteniendo cierto halo de misterio, pero, si hay algo claro, es que llorar es bueno. Lo que, probablemente, es malo es el hecho de reprimirlo. Yo siempre he dicho que “las lágrimas liberan veneno”. Desconozco si hay algún estudio científico que lo corrobore…
Os dejo aquí un vídeo muy gracioso en el que un bebé se emociona y llora al oír el bonito canto de su mamá:
En este artículo no me centraré en las lágrimas funcionales, que desempeñan el papel de limpiar, lubricar, proteger e hidratar nuestros ojos. De hecho, la carencia o exceso de éstas pueden ser indicativo de que algo no va bien, por ejemplo una alergia, una conjuntivitis, un catarro, etc. Me dedicaré a hablar del fenómeno del llanto causado por la experimentación de una determinada emoción.
Pese a que nos digan que llorar es algo socialmente aceptado, creo que no es del todo cierto. No es lo mismo ver llorar a un bebé que a un adulto y, más todavía, nos han enseñado la mítica frase “los hombres no lloran”. Por lo que se ve, sólo lloramos las mujeres y los niños.
Los científicos parecen tener claro el papel de las lágrimas funcionales, pero qué pasa con las emocionales. Las lágrimas emocionales pueden ser la reacción a muchísimos estímulos externos y forman parte del lenguaje no verbal. A veces se puede tratar de una reacción física al dolor (aunque no todo el mundo lo expresa de esa manera), otras veces muestran emociones positivas o negativas. Se puede llorar de tristeza pero, curiosamente, también de alegría. Por tanto, el llanto sería una válvula de escape a las experiencias que nos rodean.
William H. Frey (bioquímico de la Universidad de Minnesotta) opina que las personas se sienten mejor después de llorar, debido a que las lágrimas derramadas contienen una hormona asociada al estrés, la hormona adrenocorticotrópica. Probablemente, este científico no esté equivocado, ya que, generalmente, después de llorar sentimos una sensación de bienestar o liberación. Dejo al margen de esta idea a las personas que padecen trastornos de depresión o ansiedad, pues no me queda claro que sientan siempre esa liberación. No obstante, es curioso que a veces deseamos llorar y no somos capaces y, en cambio, en otras situaciones, en las que intentamos mantener el tipo socialmente, se nos escapa, sin quererlo, un mar de lágrimas.
Un ser humano equilibrado experimenta en diversos momentos de su vida la necesidad de llorar. Hay personas (independientemente de su sexo) incapaces de hacerlo. En algunos casos se puede tratar de algún trastorno o enfermedad. Algunos ancianos, tras sufrir trombos o derrames cerebrales, comparten el curioso comentario de no ser capaces de llorar o reír, sin embargo, insisten en sentir igualmente emociones.
Respecto al llanto y a la comunicación no verbal, nos podríamos centrar en los bebés. ¿Qué harían estas pobres criaturitas sin sus llanteras? Pues, claramente, nos están diciendo algo: tengo hambre, sueño, dolor, mi pañal está empapado o, simplemente, quiero mimitos.
En fin, las razones y el origen del llanto seguirán manteniendo cierto halo de misterio, pero, si hay algo claro, es que llorar es bueno. Lo que, probablemente, es malo es el hecho de reprimirlo. Yo siempre he dicho que “las lágrimas liberan veneno”. Desconozco si hay algún estudio científico que lo corrobore…
Os dejo aquí un vídeo muy gracioso en el que un bebé se emociona y llora al oír el bonito canto de su mamá:
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