Hoy, pese a considerarme una persona de pensamiento científico, criticaré también los fallos de la ciencia.
Cuando escribí mi artículo sobre pseudociencias, explicaba que el arma más poderosa con la que contamos, a día de hoy, para descodificar y comprender el mundo que nos rodea, es el "método científico". Sin embargo, dicho método, al estar aplicado por imperfectos seres humanos, no está exento tampoco de errores y lagunas.
La ciencia tiende a centrarse en teorías, pero las teorías no son exactamente hechos, sino que surgen con el fin de intentar explicarlos. Toda teoría recoge unos hechos, pero, al mismo tiempo, necesita dejar otros de lado. Cuando aparecen nuevas evidencias, éstas pueden poner en tela de juicio una teoría. A veces, la nuevas evidencias son ignoradas y se aceptan como simples anomalías dentro de una teoría ya existente; es decir, son pequeñas evidencias que no acaban de encajar en el modelo preestablecido. Esto sucede, ha sucedido y sucederá siempre, porque la ciencia está hecha por seres humanos. No es la primera vez que el mundo científico se tambalea. Cuando una teoría empieza a desmoronarse, algunos científicos sienten amenazado su prestigio y sus publicaciones, y, por tanto, su estatus en la comunidad científica.
En palabras del filósofo y matemático Richard L. Thompson (1947-2008): "Básicamente estamos ante lo que llamamos un filtro del conocimiento. Este es un rasgo fundamental de la ciencia y de la naturaleza humana. La gente tiende a filtrar cosas que no convienen. Cuando los científicos ven que algo no se ajusta al paradigma aceptado, tienden a eliminarlo. No se enseña. No se discute. Y la gente ni siquiera se entera de ello. No es necesariamente una conspiración deliberada. No decimos que se trate de personas reunidas en una habitación diciendo vamos a engañar a la gente. Es algo que ocurre automáticamente en la comunidad científica". Yo no creo en teorías científicas conspiranoicas, sino en el interés lucrativo o en el acomodamiento del pensamiento humano, pues lo más difícil es, sin duda, seguir investigando, pensando, intentando encajar las complejas piezas para descodificar el mundo que nos rodea y que todavía somos incapaces de comprender en su totalidad. De esta manera, hemos conseguido, a lo largo de nuestra historia, que, en no pocas ocasiones, la ciencia deje de progresar.
Si bien las pseudociencias son la manera más pobre a la que el ser humano recurre para poder explicar algunas cosas que la ciencia no puede, la ciencia también peca de caer en ciertas ideas planas con estructuras paradigmáticas de las que tampoco parece demasiado fácil salir, convirtiendo algunas de sus ideas en auténticos dogmas de fe. ¿Qué pasa entonces cuando alguien intenta romper el paradigma con esas pequeñas anomalías o incluso pequeñas evidencias? Pues, lamentablemente, muchas veces, esa persona es repudiada injustamente por la comunidad científica. Al parecer, es más interesante que seamos todos unos borregos enchufados a un mismo cerebro matriz, que dudar y pensar por uno mismo, pues la última opción, a veces, se paga a un precio demasiado alto...
Si bien, en un pasado no tan lejano, la religión era la encargada de anular el pensamiento propio y la investigación científica en favor de un pensamiento plano e único (véase los casos de Giordano Bruno, Galileo Galilei, Nicolás Copérnico, Pietro d'Ababo, Miguel Servet...), ¿qué cosas son las que nos llevarían a día de hoy a "la hoguera"?
Aunque podamos pensar que, actualmente, ya no se quema a nadie, hay muchas maneras de enviar a alguien a "la hoguera". Si la religión era la traba para la búsqueda de la verdad, hoy lo pueden ser otro tipo de poderes, como los intereses económicos que mueven el mundo que nos rodea, cargándolo de mentiras e injusticias, o el estatus o la sensación de poder. Intentar tirar a alguien de su trono puede ser una maniobra muy arriesgada.
Uno de los campos de estudio que llegó a despertar un montón de polémicas fue la arqueología, ciencia que durante muchísimos años centró el estudio de las antiguas civilizaciones únicamente en monumentos, obras de arte y utensilios. Al estar centrada sólo en estos planos, muchos de los hallazgos eran considerados anomalías, así que, en no pocas ocasiones, algunas de estas anomalías volvieron a ser enterradas u ocultadas por falta de explicación.
La arqueología dio, en estos últimos años, un vuelco de 180° en sus hallazgos, al incluir en sus estudios disciplinas como la ingeniería, la geología o la astronomía. Dichas disciplinas sí pudieron explicar, con más precisión, el porqué de algunas de aquellas anomalías, pero no sin que algunos de estos investigadores pasasen primero por la guillotina del desprestigio o la burla.
En 1966, la arqueóloga Jean Steen-Mackintyre arruinó su carrera al intentar mostrar al mundo los anómalos hallazgos de la excavación de Hueyatlaco (México). Estos hallazgos amenazaban con echar abajo la teoría convencional de que el ser humano era relativamente nuevo en la Tierra. Descubrió que ciertos utensilios y cráneos hallados, en el ya citado yacimiento, nos mostraban una historia del hombre completamente distinta a la establecida. Cuando intentó que sus conclusiones llegasen al público, se le denegaron todos los permisos para seguir investigando, se cerró el yacimiento y se le acusó de manipular pruebas, algo que arruinó completamente su carrera. Treinta años después, unos arqueólogos descubrieron en Siberia vestigios de seres humanos que parecían ser tan antiguos como los del yacimiento de Jean Steen-Mackintyre...
Todavía, a día de hoy, y, tras muchas controversias y diversos estudios científicos, nadie ha conseguido darle explicación al extraordinario hallazgo de esta arqueóloga. Si aceptásemos como válidos los hallazgos de este yacimiento, las implicaciones serían devastadoras para nuestra actual concepción de la historia de la humanidad. ¿Es el homo sapiens más antiguo de lo que creemos? ¿Fue realmente Colón el primero de una civilización mínimamente avanzada en llegar a América?
Otra de las disciplinas científicas que se estrella constantemente es la Medicina. Lamentablemente, se trata de un campo de estudio muy complejo y difícil de abarcar y del que, por desgracia, se pretende hacer una ciencia exacta.
De unos años a esta parte, los avances en Medicina han sido espectaculares. El mundo de la radiología ha conseguido hallar cosas que antes eran impensables, los estudios genéticos han ayudado a dar nuevos diagnósticos y más precisos, la cirugía es cada vez más precisa y segura, se curan más tipos de cáncer y la nanomedicina y la tecnología nos ofrecen un futuro lleno de esperanzadoras posibilidades. Sin embargo, seguimos fracasando y sigue habiendo cosas que todavía son una completa incógnita a día de hoy. ¿Qué pasa cuando un médico le dice a unos padres que su bebé ha fallecido por muerte súbita del lactante? Pues muy sencillo: QUE NO TIENE NI IDEA DE QUÉ SE HA MUERTO SU BEBÉ.
En 1994, en Cleveland, Ohio (EEUU), varios bebés fallecieron supuestamente por SMDL (Síndrome de Muerte Súbita del Lactante). Aunque ya parecía curioso que todos esos bebés fallecidos habitasen en zonas cercanas, la incógnita no se planteó hasta que aparecieron ocho bebés más que presentaban severas dificultades respiratorias. Uno de los ocho fallecía en el hospital y cinco sufrieron recaídas, pese a haber regresado a casa tras un tratamiento de la enfermedad en el hospital.
Fue el bebé fallecido con hemorragia pulmonar el que despertó ciertas inquietudes en el diagnóstico. Fueron la autopsia de éste mismo y la investigación de los hogares de estos niños los que resolvieron la incógnita.
Durante aquel invierno, las lluvias habían sido excesivas en la zona. Uno de los investigadores médicos decidió revisar los sótanos de las casas, que habían sufrido ya varias inundaciones y... ¡¡¡bingo!!! Los sótanos de dichas casas estaban invadidos por uno de los mohos más peligrosos del mundo y extremadamente agresivo para los seres humanos: el moho tóxico negro (Stachybotry schartarum).
En interiores, el moho tóxico negro necesita un alto contenido de celulosa y mucha humedad, es decir, tras tantas lluvias, el citado moho estaba en su salsa en los sótanos de aquellas casas.
Una gran invasión de moho negro libera enormes cantidades de esporas y micotoxinas en el aire. Estas micotoxinas pueden llegar a ser altamente peligrosas para el ser humano, provocando serias enfermedades respiratorias (como bronquitis o neumonías), inflamación de la piel, hemorragias, irritación de las membranas mucosas, daños en órganos internos, deterioro mental, cansancio, náuseas, supresión del sistema inmunológico, síntomas neurológicos e, incluso, cuando la exposición es muy larga, la muerte.
Tras los hallazgos del citado moho en las viviendas y la autopsia del bebé fallecido por hemorragia pulmonar, se llegó a la conclusión de que, tanto los niños enfermos como el fallecido, habían estado expuestos a las peligrosas toxinas del moho tóxico negro.
Entonces se procedió a la exhumación de los cadáveres de los primeros bebés fallecidos y sus correspondientes autopsias. Ninguno de aquellos bebés había muerto por SMDL, sino por la alta exposición a las micotoxinas de este terrorífico moho. Tras las correspondientes autopsias, se comprobó que los pulmones de estos bebés estaban completamente invadidos.
Obviamente, no todos los casos de SMDL son producidos por el moho tóxico negro. No obstante, y pese a algunas recomendaciones médicas que parecen haber ayudado a reducir el índice de mortandad por SMDL, seguimos sin saber claramente las causas de este síndrome. Desde 1994, en la misma zona se reportaron 45 casos más de bebés con síntomas similares, de los cuales 16 fallecieron.
Hace no mucho escuchaba una interesante frase, dicha por un sacerdote, en una serie televisiva: "Creía que el peor pecado era la ira, pero me equivocaba, el peor pecado es la SOBERBIA". La soberbia es lo contrario de la humildad y la ciencia necesita muchísimos estudios, perseverancia, mente abierta y, sobre todo, colaboración y humildad...